miércoles, 20 de octubre de 2010

Pueblos y Naturaleza - Trabajo V - Texto de Pasteras en Argentina

La selva convertida en pinos para celulosa
12-10-05
Por Ricardo Carrere *

A fines de mayo de 2005 fui invitado por el Grupo Ecologista Cuña Pirú a la provincia argentina de Misiones, donde tuve la oportunidad de hacer observaciones directas y de dialogar con pobladores locales acerca de los impactos negativos generados por el modelo forestal explotacionista allí implementado, basado en grandes monocultivos de pinos, donde parte de la producción de esas plantaciones es destinada a la producción de celulosa, en tanto que otra se orienta a la industrialización de la madera. En este artículo he tratado de complementar la información así obtenida con otras fuentes de información documentada, como aporte al necesario debate acerca de los problemas sociales y ambientales resultantes de este modelo, generadas por la ambición explotacionista de obtener grandes ganancias en el menor tiempo posible, sin importar los impactos negativos generados.

En Misiones se talan 32,5 hectáreas de monte por día; o sea, que desaparecen 12.000 hectáreas cada año. Originariamente, la provincia contaba con 2.700.000 hectáreas de selva tropical, pero en la actualidad se estima esta superficie en 1.200.000 hectáreas. Es decir, que sólo queda el 44% de la selva original. Resulta fundamental proteger lo que resta, ya que ese porcentaje representa al ultimo remanente continuo de selva paranaense del mundo, conteniendo en la misma más de 2.000 especies de plantas, 1.000 especies de vertebrados, de los cuales 548 especies son aves 120 son mamíferos, 79 reptiles, 55 especies de anfibios y más de 200 especies de peces en los ríos y arroyos territoriales.

Pese a dicho proceso de destrucción de la selva, Misiones es descrita en Argentina como la “principal provincia forestal del país”. En realidad, se trata de la provincia con mayor porcentaje de monocultivos de árboles. En el año 2000 contaba con 318.000 hectáreas plantadas en una provincia relativamente pequeña, de ese total, más del 80% era de pinos elliottii y taeda.

El mito de la generación de empleos

Al igual que en otros países, el sector forestal misionero también repite falsedades. La primera se refiere al empleo, donde se dice que el sector genera miles de puestos de trabajo y se menciona “la gran cantidad de mano de obra que se genera por cada hectárea plantada” (Pymes 2005). Sin embargo, los datos concretos brillan por su ausencia y lo que se percibe es un proceso de concentración urbana, vinculado al “abandono de tierras agrícolas a cultivos forestales” (Bonfanti, 2004).

Según testimonios recogidos en la zona, las empresas forestales expulsan a toda la gente que habita en las áreas a ser plantadas y luego tiran abajo las casas y hasta las escuelas. Incluso existen casos de escuelas abandonadas por la falta de alumnos, ya que la forestación “no da nada de trabajo”.

En palabras de Juan Yahdjian (2004): “Reforestar significa deforestación previa. Y en el caso de Misiones no solamente ganan con la madera que voltean. Obligan a muchos productores a reemplazar cultivos de todo tipo… y principalmente reemplazan a las familias, a los colonos, por pinos. Todo aparece como si se hubiera planificado en forma macabra. Primero, la crisis de los distintos productos tradicionales y la baja de sus precios. Y así quedarse con las tierras, las chacras, etc. y llenarlas con pinos. La convivencia de pinos y gente es incompatible”.

Las condiciones de trabajo dejan también mucho que desear. Hablando con un trabajador forestal de la zona, me informó que la mayor parte de las tareas se hacen a “puro contratista”, que es común que los agrotóxicos se apliquen sin máscara ni ropa apropiada.

“Con presupuestos y salarios cada vez menores, los contratistas ofrecen sus servicios a las grandes empresas. Para bajar costos, emplean obradores a los que sólo les pagan el salario familiar que envía el Anses. Si alguien se queja, es incorporado al Libro Negro y jamás conseguirá otro trabajo. Un motosierrista recibe 0,80 pesos por cada árbol derribado y limpiado. En cada jornada puede cortar casi 55 pinos pero debe autofinanciarse el combustible y sus propias herramientas. Sólo una cadena para sierra cuesta 70 pesos. Peor se paga el oficio de pelador que obtiene 0,20 pesos por la limpieza de cada pino y al fin del día cosechan 4,5 pesos. Los peladores suelen ayudarse con sus hijos mayores de 12 años, provocando un alto margen de deserción escolar” (Real, Felipe, s.f.).

Por otro lado, los viveros también están siendo mecanizados, lo que redunda en una menor demanda de mano de obra. Durante mi visita pudimos visitar un moderno vivero cercano a la ciudad de Aristóbulo del Valle, con una producción de unos 8 millones de plantas anuales. Pese a su gran producción, el empleo que genera es muy escaso (unas 30-40 personas).

Los problemas ambientales

En todo el mundo –y Misiones no es la excepción- el sector forestal insiste en llamar “bosques cultivados” o “bosques plantados” a los monocultivos de árboles. Con ello intentan convencer al público desinformado de que están llevando a cabo una actividad ambientalmente positiva: la “reforestación”. Sin embargo, estas plantaciones no tienen nada en común con diversa selva misionera.

En efecto, lo que más me llamó la atención en todas las zonas en las que había selva fue la gran diversidad y abundancia de mariposas. En mi vida nunca había visto tantas y una hermosa mariposa “ochenta” hasta llegó a posarse en mi cabeza. Sin embargo, en cuanto me interné en las plantaciones de pino, las mariposas desaparecieron por completo.

Ese es simplemente un ejemplo de uno de los más graves problemas ambientales que generan estas plantaciones: la pérdida de biodiversidad. Porque por supuesto no son sólo las mariposas las que desaparecen, sino que todas las especies vinculadas a las complejas cadenas alimenticias de la selva sufren graves impactos al ser ésta sustituida por grandes monocultivos de especies de árboles exóticos. Algunas especies desaparecen, en tanto que otras pueden convertirse en un problema.

Una de las pocas especies que se adapta a los pinos es la hormiga cortadora, que es capaz de hacer desaparecer una plantación nueva en el transcurso de una sola noche. Como “solución”, el sector forestal aplica cantidades enormes de hormiguicidas químicos altamente contaminantes, ya sea bajo la forma de cebos tóxicos o en forma de fumigación.

En la chacra de una persona rodeada de plantaciones de pino se nos mencionó otro impacto, que nunca había oído mencionar: la invasión de mosquitos. Esta persona me contó que durante un período de dos semanas prácticamente no pudo salir de su casa debido a las grandes nubes de mosquitos que habían invadido la zona. De acuerdo con sus observaciones, ello se pudo deber a la combinación de una sequía con el alto consumo de agua por las plantaciones de pinos, que hicieron desaparecer a las ranas, encargadas de controlar a los mosquitos. Sin las ranas, la población de mosquitos aumentó a niveles desconocidos hasta entonces.

Algunos impactos ambientales también afectan la salud de la gente. Tal es el caso del polen de los pinos. En efecto, tratándose de grandes masas de pinos de una o dos especies (elliottii o taeda), todos los árboles florecen en la misma época del año y desprenden enormes cantidades de polen, generando problemas respiratorios y alérgicos entre la población local. Al mismo tiempo, mucho de ese polen termina depositándose sobre la superficie de los cursos y espejos de agua, afectando su calidad, lo cual no solo impacta sobre la vida acuática sino también sobre la salud de quienes allí se abastecen de agua.

Con respecto al impacto sobre el suelo y la biodiversidad, Juan Yahdjian (2004): dice que “En el caso particular del pino, el suelo sufre un proceso de acidificación. Los que vivimos en Misiones sabemos que debajo de un bosque implantado de pinos no crece ni una lechuguita. Tampoco es el lugar que eligen los pájaros para anidar, ni ningún animal que ande por los montes normales. Como conclusión, no solo expulsa al ser humano, sino también al resto de la naturaleza”.

Pero el pino además avanza, no solo porque se lo sigue plantando, sino porque sus semillas son diseminadas por el viento (para ello cuentan con un ala membranosa que facilita su dispersión) y germinan por todos lados. Es decir, que en Misiones se trata de una especie invasora, que por ende constituye un grave peligro para las áreas de selva aún en pie. Las especies invasoras son hoy consideradas internacionalmente como el mayor peligro a la biodiversidad del planeta.

Celulosa para el mundo… pero no para Misiones

Hay que empezar por aclarar que las denominadas papeleras, tanto las que son tema de esta nota como las que se construyen en Fray Bentos, en rigor son fabricantes de pasta de celulosa, que pueden a su vez utilizar este producto para producir papel –es el caso de Ledesma, o el de Papel Prensa– o bien venderlo como materia prima a otras empresas, éstas sí fabricantes de papel. En la Argentina, las fábricas de pasta de celulosa son: Alto Paraná (Puerto Esperanza, provincia de Misiones); Papel Misionero (Capioví, Misiones); Celulosa Puerto Piray, en esa localidad misionera; Papelera del Tucumán (Lules); Ledesma (Libertador General San Martín, Jujuy); Papelera del NOA (Palpalá, Jujuy); Celulosa Argentina (Capitán Bermúdez, provincia de Santa Fe); Papel Prensa (San Pedro, provincia de Buenos Aires); Massuh (Quilmes, Buenos Aires); y Productos Pulpa Moldeada (Cipolletti, Río Negro).

Es interesante destacar un comentario que me hizo una persona local, quien dijo que en Misiones –que cuenta con tres plantas de celulosa- no se produce mas que un poco de papel “liner” para embalaje; el resto es celulosa que sale de la provincia. Es decir, que donde se produce la materia prima maderera y donde luego se la convierte en celulosa (y donde se producen los impactos), es necesario importar prácticamente todo el papel que se usa, salvo el papel de embalaje.

En efecto, Misiones cuenta con tres fábricas de celulosa: Papel Misionero (en la zona de Puerto Mineral y ocupa alrededor de 500 operarios), Celulosa Puerto Piray (ubicada en la localidad del mismo nombre y emplea un total de 235 trabajadores) y Alto Paraná (en Puerto Esperanza y emplea a unos 400 trabajadores).

Los impactos de la fábrica de celulosa de Alto Paraná

De todas las conversaciones mantenidas y la documentación analizada, surge claramente que Alto Paraná es por lejos la principal empresa plantadora y celulósica de la provincia, por lo que mis comentarios se centrarán en ésta. En mi recorrida por la zona, intenté visitar la fábrica de Alto Paraná, pero no nos autorizó el ingreso. Ni siquiera se nos permitió tomar fotos. Pero no se nos pudo impedir que habláramos con la gente del cercano pueblo de Puerto Esperanza, ni que un trabajador local nos llevara a una zona aledaña a la fábrica, desde donde se pudieron tomar fotos y observar el lamentable estado del río, donde los peces han desaparecido, las aves brillan por su ausencia y el aire huele a huevo podrido.

Hablando en voz baja, la gente de Puerto Esperanza contó que los fuertes dolores de cabeza, las alergias y las enfermedades respiratorias son algo muy común en el pueblo, ubicado a unos pocos kilómetros de la fábrica. Se nos aclaró que nadie quiere decir nada de esto en público, debido al poder económico que la empresa detenta en el pueblo. Contaron que hay días (y en particular noches) en que no se puede ni respirar y el olor se vuelve insoportable. Se nos dijo que dos familias del pueblo cercano de Wanda (donde residen muchos trabajadores) iniciaron una denuncia judicial contra la empresa por niños nacidos con malformaciones atribuidas a la contaminación de la fábrica. La gente también culpa a la contaminación de la fábrica por los numerosos casos de cáncer que ocurren entre la población local.

Lo que dice la gente local

Todos los testimonios recogidos de gente local apuntan en esa misma dirección. Una persona me contó que había trabajado en la fábrica de celulosa de Alto Paraná, pero que renunció poco tiempo después debido a los bajos sueldos que se pagan en la fábrica y al sistema represivo que impera en la misma. Otra sostuvo que la empresa fija precios a la baja para todas las actividades (en particular en relación con el pago a la mano de obra), y que esos precios deben ser luego aceptados por todos a fin de poder acceder a los contratos. También se me dijo que Alto Paraná financia campañas políticas, lo que explicaría su poder a nivel del gobierno provincial y local.

Hasta sus aparentemente “buenas acciones” son puestas en tela de juicio. Por ejemplo, la empresa construye barrios especiales para sus trabajadores, con viviendas de buena calidad. Sin embargo, los trabajadores nunca llegan a ser propietarios de sus viviendas, por lo que en caso de despido deben abandonar las mismas. Ello resulta en una “lealtad” forzosa hacia la empresa y en la necesidad de mantener la boca cerrada bajo pena de poder quedar en la calle. Por otro lado, existe una clara separación entre los barrios edificados para los obreros y aquellos destinados al personal superior e incluso de ambos con respecto a los demás pobladores de Puerto Esperanza. 

(**) Escritor nacido en Uruguay que vivió largo tiempo en el territorio de Misiones, cuya exuberante naturaleza le inspiró gran parte de su obra. “Cuentos de la selva” y “Anaconda” son ejemplos de tal inspiración.

(*) Coordinador Internacional del Movimiento Mundial por los Bosques