Exiliados del clima
Son 22 millones de personas las que viven en la cuenca del lago; de ellas, unas 300.000 extraen su sustento directamente de sus orillas.
Nigeria ya no tiene acceso a él porque la retirada de las aguas lo ha alejado de sus fronteras. La escasez de lluvias produce verdaderos refugiados climáticos, que cambian de la pesca a la agricultura en los fondos del lago o se hacen pastores de escuálidos rebaños y sufren los límites de la supervivencia cotidiana. Hace 40 años, el agua tenía una profundidad media de seis metros; hoy no supera el metro y medio. Pescadores anclados a la tierra. “La vida es muy dura aquí, no me debo desanimar. Es Dios quien ha creado el lago y no hay que desanimarse nunca frente a una creación de Dios”, dice Moussa Gao, pescador nigeriano.
Ngouma es una septentrional aldea en Camerún y tiene 538 habitantes, y de ellos 406 son mujeres. La mayoría de los hombres, especialmente los que aún pueden trabajar en los campos, se fueron a causa de la degradación de la tierra y la desertificación. "Los ganaderos están emigrando a otras áreas de pastoreo más al sur y los pescadores van hacia el norte, a lo que queda del lago Chad, que se ubica apenas a nueve kilómetros. Aquellos que no tienen empleo fijo se dirigen a las ciudades", dijo Yaya Djouldé, líder de la aldea.
Desde comienzos de los años 70, Ngouma y otros poblados de la provincia de Maroua recibieron sólo unos 200 milímetros de lluvias anuales, dijo Martin Ndongmo, ingeniero agroforestal. "Esta escasez de agua condujo a una gran degradación de la tierra arable. La deforestación y el pastoreo excesivo están terminando el trabajo de la naturaleza", dijo Ndongmo, al señalar que la temperatura promedio a la sombra es de 45 grados.
En vista de las extensas temporadas secas, que duran siete u ocho meses al año, quienes se ganan la vida con la agricultura prueban suerte en otras partes. "Nuestros esposos e hijos se han ido uno tras otro, dejándonos aquí solas para sobrevivir. Caminamos unos ocho kilómetros cada día sólo para buscar agua, que a menudo está sucia", señaló Chantal Moudeina, una mujer de 41 años de Ngouma.
Ahora sus hijos tienen 11 y siete años, pero Moudeina sabe que, si la situación no cambia, ellos también se irán de este lugar semiárido y azotado por la pobreza apenas tengan la edad suficiente para trabajar. Estadísticas del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Camerún muestran que 11.000 de los 34.000 kilómetros cuadrados que constituyen la superficie de Maroua ya fueron afectados por la desertificación.
Según el ministerio, esto tuvo como resultado que 25 mil habitantes de la región estén amenazados por el hambre. "La migración estacional, los problemas entre los ganaderos y los agricultores, la inseguridad alimentaria y las enfermedades vinculadas con el agua que se ven en estas áreas son, en su mayor parte, una consecuencia de la desertificación", dijo Lucie Aboudi, de la organización no gubernamental Save the Earth en Maroua.
El gobierno tomó medidas para combatir la desertificación. Luego de las primeras señales de sequía, entre 1969 y 1974, se instauró un comité para abordar el problema, recordó Martin Mbella, geólogo del National Geographic Institute de Yaoundé. "El Proyecto Agropastoral Permanente nos encomendó la tarea de promover el manejo racional del suelo de pastoreo, y el resultado fue la creación de una oficina para administrar las existencias de cereales para épocas de escasez", explicó. Pero estos esfuerzos todavía no tuvieron impacto en la sociedad civil. "Uno puede crear comités para cada catástrofe ecológica, adoptar planes de acción o firmar convenciones y tener la mejor de las intenciones. Pero si el financiamiento no continúa y si el Estado no está determinado a actuar, entonces la desertificación causará aún más desastres", dijo una indignada Pauline Akamba, maestra de una escuela primaria en Kousseri, en el extremo norte de Camerún.
La situación en Ngouma parece justificar las preocupaciones de las organizaciones no gubernamentales. Durante la temporada seca, los habitantes de la aldea usan una técnica que consiste en cubrir el suelo con paja para protegerlo de los rayos del sol, lo que ya está dando resultados positivos en la central región africana de Sahel, particularmente en Burkina Faso. Pero en ausencia de un apoyo sólido por parte del Estado camerunés o de organizaciones no gubernamentales, estos esfuerzos no consiguen ganar impulso, para único beneficio del desierto, que no deja de avanzar, según Djouldé.
Los aldeanos también construyen represas para retener el agua e impedir que el suelo sea arrasado durante las infrecuentes lluvias. Sin embargo, todo es fácilmente destruido por el viento. Y mientras la desertificación invade la poca tierra arable que aún existe, también corroe la riqueza nacional.