Tsunamis, manglares y economía de mercado
26 de Diciembre de 2004, en un punto situado en las proximidades de la isla de Sumatra(Indonesia), dos bloques de corteza terrestre, separados por el corte de una falla, se deslizan uno sobre el otro. Este movimiento libera una enorme energía, equivalente a la acción de muchas bombas atómicas y genera, tal como haría una piedra al ser arrojada en un estanque, una onda de agua que por su magnitud tiene el poder de barrer, devastándolas, las costas de Indonesia, India, Sri Lanka, Tailandia, Birmania, Maldivas y Malasia, hasta Seychelles, Comores, Somalía, Kenia y Tanzania en la lejana África oriental.
Un tsunami (津波, del japonés, literalmente gran ola en el puerto) es una ola o un grupo de olas de granenergía que se producen cuando algún fenómeno extraordinario desplaza verticalmente una gran masa deagua. Se calcula que el 90% de ellos son provocados por terremotos o maremotos, en cuyo caso reciben el nombre de tsunamis tectónicos. La energía de un tsunami depende de su altura y velocidad. Este tipo de olas remueven una cantidad de agua muy superior a las olas superficiales producidas por el viento. Un tsunami tectónico producido en un fondo oceánico de 5 km de profundidad removerá toda la columna de agua desde el fondo hasta la superficie. El desplazamiento vertical puede ser tan solo de centímetros pero si se produce a la suficiente profundidad la velocidad será muy alta y la energía transmitida a la onda será enorme. Aun así, en alta mar la ola pasa casi desapercibida ya que queda camuflada entre las olas superficiales. Sin embargo, destacan en la quietud del fondo marino, el cual se agita en toda su profundidad.
En primer lugar, los tsunamis son un fenómeno natural habitual en ciertos lugares, que acontecen periódicamente y que hasta hace bien poco había fenómenos también naturales que mitigaban hasta reducir a cierta «normalidad» su poder destructivo. Vamos, que mataban pero no tanto.
Desde los años 80, las regiones costeras de Asia han sido usurpadas por las grandes empresas de cría de langostinos que han implantado la malsana acuicultura que destruye el medioambiente en sus costas. La cría del langostino ha producido estragos en los delicados ecosistemas. Las industrias de “arrancar y marcharse”, están siendo financiadas en gran parte por el Banco Mundial, y cerca del 70 % de los criaderos de langostino se encuentran en Asia.
La expansión de estos criaderos de langostinos se ha llevado a costa de los manglares tropicales, que se encuentran entre los más importantes ecosistemas del mundo. Los manglares han sido una protección natural de las regiones costeras frente a las grandes mareas, frente al impacto de los ciclones y constituyen el criadero para las tres cuartas partes de las especies pesqueras comerciales que desarrollan parte de su ciclo vital en los humedales del manglar. Los manglares, en cualquier caso, están siendo uno de los hábitats más amenazados del mundo, pero en lugar de regenerar esos humedales, las malas políticas económicas sólo han acelerado su desaparición.
Los criaderos de langostinos han continuado con su destructivo derroche, destruyendo más de la mitad de los manglares del mundo. Desde los años 60, por ejemplo, la acuicultura y otras actividades industriales en Tailandia han ocasionado la desaparición de más de 65.000 hectáreas de manglares. En Indonesia, Java ha perdido el 70 por ciento de los suyos, Sulawesi el 49 por ciento y Sumatra el 36 %. De tal manera que, cuando el tsunami golpeó con toda su furia, las empresas que se dedican a la tala estaban plenamente ocupadas en la provincia de Aceh (norte de Sumatra) en cortar manglares para su exportación a Malasia y Singapur.
En India, la superficie de manglares se ha reducido a menos de un tercio de su extensión originaria en las últimas tres décadas. Entre 1963 y 1977 India ha destruido cerca del 50 por ciento de sus marismas. Las comunidades locales han sido obligadas a abandonarlos para dejar que se establecieran criaderos de langostinos. En el estado indio de Andhra Pradesh, más de 50.000 personas han sido trasladadas a la fuerza y millones más se han desplazado de todo el litoral para dejar sitio a las factorías acuícolas, mientras que los manglares restantes han sido reducidos para la instalación de industrias hoteleras.
Hoteles de cinco estrellas, campos de golf, industrias y grandes mansiones han surgido, sin tener en cuenta la preocupación que venían expresando los medio ambientalistas, permitiendo que se establezcan dentro de la zona de protección de 500 metros , que se suponía debía mantenerse a lo largo de las playas.
El boom turístico en la región asiática y del Pacífico, con sus numerosos hoteles costeros, ha coincidido con las destructivas consecuencias del crecimiento de la cría del langostino. En la última década, las entradas de turistas e ingresos se han incrementado más rápidamente que en ninguna otra zona del mundo, casi en dos veces los índices de los países industrializados. Las previsiones para el año 2010 indican que la región superará a América para convertirse en la segunda zona turística del mundo, con 229 millones de entradas. Lo que se está publicitando como señal del espectacular crecimiento económico oculta los enormes costes medio ambientales que están pagando esos países y los que tendrán que soportar en el futuro.
En las dos últimas décadas, el litoral del golfo de Bengala, mar Arábigo y estrecho de Malaca en el Océano Índico, y el del sur del Océano Pacífico han sido testigos de una masiva inversión en turismo y hoteles. Myanmar y las Maldivas han sufrido mucho menos muertos por el tsunami debido a que la industria turística hasta ahora no había extendido sus tentáculos hacia los manglares vírgenes y los arrecifes de coral que rodean la costa. Los grandes arrecifes de coral que rodean las islas Maldivas han absorbido gran parte de la fuerza de las gigantescas olas reduciendo el número de pérdidas humanas a poco más de 100 muertos. Los arrecifes de coral absorben la furia del mar al romper las olas. La tragedia, sin embargo, es que más del 70 por ciento de los arrecifes de coral del mundo ya han sido destruidos.
De forma similar, la cadena de islas de Surin, en la costa occidental de Tailandia, han escapado de la terrible destrucción. El anillo de arrecifes de coral que las rodea recibió el impacto de las furiosas olas pero se mantuvo firme y ayudó a romper la fuerza letal del tsunami. Los manglares ayudan a proteger los arrecifes de coral porque filtran el légamo que fluye de la tierra hacia el mar. El crecimiento turístico, bien sea el llamado eco-turismo o el turismo de ocio, han diezmado los manglares y destruido los arrecifes de coral.
Si los manglares se hubieran mantenido intactos, los daños del tsunami hubieran sido mucho menores. Los ecologistas nos dicen que los manglares sirven de doble protección: la primera capa de manglares rojos con sus ramas flexibles y raíces enmarañadas que cuelgan sobre las aguas costeras absorben el impacto inicial de las olas. La segunda capa de altos manglares negros funciona como un muro de contención que resiste a gran parte de la furia del mar. Además, los manglares absorben más cantidad de dióxido de carbono por metro cuadrado que el fitoplancton oceánico, un factor fundamental en el calentamiento global.
Había sucedido antes en Bangladesh. En 1960, un tsunami alcanzó la costa en una zona donde los manglares estaban intactos y no se produjo ni una sola pérdida humana. Aquellos manglares después fueron cortados y reemplazados por criaderos de langostinos. En 1991, miles de desgraciadas personas murieron cuando un tsunami de la misma magnitud golpeó la misma región. En Tamil Nadu, al sur de India, Pichavaram y Muthupet , que tiene espesos manglares, el maremoto del 26 de diciembre ha ocasionado pocas víctimas y escasos daños económicos. Con anterioridad, los célebres humedales de Bhiterkanika en Orissa (donde se crían las tortugas ridley)redujeron el impacto del “super ciclón” que se abatió en octubre de 1999, y que produjo la muerte de más de 10.000 personas y dejó sin hogar a millones.
El epicentro del asesino tsunami del 26 de diciembre estaba cerca de la isla Simeuleu, en Indonesia. El número de muertos fue significativamente bajo simplemente debido a que sus habitantes poseen el conocimiento tradicional sobre los tsunamis que invariablemente se producen tras un terremoto. En la isla de Nias, cercana a la de Simeuleu, los manglares han servido de muro que ha evitado la destrucción de la gente.
A continuación, una tabla que presenta la cantidad de muertos (confirmados y estimados), los desaparecidos (presumiblemente muertos), los heridos y los desplazados. Las cifras no representan nacionalidades, ya que por ejemplo, la gran mayoría de los muertos en Indonesia era indonesios, pero en Tailandia, un porcentaje muy grande eran turistas europeos, americanos y japoneses.
La tabla que sigue, muestra datos referidos a la cantidad de victimas extranjeras y sus países de procedencia. Vale destacar que en un primer momento, los medios de comunicación occidentales se concentraron en las historias de estos turistas, sin tener en cuenta la magnitud de la catástrofe.