Diario Río Negro (Río Negro - Argentina)
Es muy rentable, pero sin alternancia daña el suelo y perjudica el desarrollo de la agricultura, dice el INTA
Alertan sobre los peligros del monocultivo de soja
Buenos Aires (Télam/ DyN).- El crecimiento desordenado del cultivo de la soja en el país, que se siembra sin alternancia con otros granos, consume los nutrientes de la tierra y representa una amenaza para el futuro de la agricultura argentina, advirtió un estudio del INTA.
De no mediar una estrategia concertada a mediano plazo la situación (del monocultivo de soja) tenderá a deteriorarse como consecuencia directa del proceso desordenado de agriculturización. El denominado “monocultivo” consiste en la siembra de “soja sobre soja” sin alternar el uso del suelo, entre una y otra temporada, con el cultivo de otros granos o con la práctica de la ganadería.
El informe, titulado “El INTA ante la preocupación por la sustentabilidad a largo plazo de la producción agropecuaria argentina”, advierte que esta metodología provoca “ erosión, pérdida de materia orgánica, balance negativo de nutrientes, desertificación y reducción de la biodiversidad”.
A los daños ambientales agrega “los efectos sociales tales como el despoblamiento del medio rural por falta de oportunidades de empleo y la sustitución de actividades intensivas en mano de obra por otras extensivas” con menos requerimientos de trabajadores. Los altos precios obtenidos por la soja en los últimos años a nivel internacional hacen que su cultivo garantice una “alta rentabilidad” que influye en la decisión del productor.
De no mediar una estrategia concertada a mediano plazo la situación (del monocultivo de soja) tenderá a deteriorarse como consecuencia directa del proceso desordenado de agriculturización. El denominado “monocultivo” consiste en la siembra de “soja sobre soja” sin alternar el uso del suelo, entre una y otra temporada, con el cultivo de otros granos o con la práctica de la ganadería.
El informe, titulado “El INTA ante la preocupación por la sustentabilidad a largo plazo de la producción agropecuaria argentina”, advierte que esta metodología provoca “ erosión, pérdida de materia orgánica, balance negativo de nutrientes, desertificación y reducción de la biodiversidad”.
A los daños ambientales agrega “los efectos sociales tales como el despoblamiento del medio rural por falta de oportunidades de empleo y la sustitución de actividades intensivas en mano de obra por otras extensivas” con menos requerimientos de trabajadores. Los altos precios obtenidos por la soja en los últimos años a nivel internacional hacen que su cultivo garantice una “alta rentabilidad” que influye en la decisión del productor.
Fuente de riqueza y divisas
La rentabilidad no alcanza sólo a los productores, sino que además significa una fuerte inyección para el Estado, que retiene un alto porcentaje del valor de las exportaciones. Desde el punto de vista económico, la soja se ha transformado en la fuente más importante de ingresos fiscales, posibilitando la financiación de los programas sociales implementados a fin de mitigar las consecuencias de la grave crisis socio-económica por la que atraviesa el país. Las exportaciones de poroto de soja en los primeros diez meses de este año, sumaron 9 millones de toneladas, registrando un crecimiento del 57% respecto a 2002.
No obstante, el INTA cree que las “señales del mercado” no guardan relación con “las dimensiones social y medioambiental” igualmente importantes en el diseño de una agricultura sustentable, puntualizó el documento. “La combinación siembra directa más el monocultivo de soja (transgénica) tolerante a glifosato no constituye en la región pampeana una alternativa sustentable a los planteos que incluyen rotaciones”.
La situación pampeana
La situación actual en muchas provincias es por demás preocupante. En las zonas centro y sur de Santa Fe se observa un proceso homogéneo y generalizado de agriculturización, con 85 a 90% de la superficie cultivada con soja y se presentan problemas muy extendidos de degradación y erosión de suelos. En la zona central, la agriculturización con soja ha desplazado al tambo con el consiguiente efecto sobre la mano de obra ocupada. Un fenómeno similar ocurre en la parte norte de la provincia, con el desplazamiento del algodón por la soja. Por su parte en Córdoba, la soja representa del 80 al 85% del área cultivada con granos, por lo que su monocultivo se constituye en el principal problema, con el consiguiente efecto sobre la degradación del suelo. En Entre Ríos ha tenido un fuerte incremento, superando la última campaña 1,7 millones de hectáreas, de las cuales el 60% corresponden al cultivo de la soja
En Buenos Aires hay dos situaciones bien definidas. En las zonas norte y suroeste de la provincia, se produjo la expansión de la soja a costa de los cultivos de maíz y girasol en ese orden. Los mayores costos para la implantación de estos cultivos, sumado a los contratos por un solo año, son las causas principales de la mayor expansión de la soja. En cambio, en el sur bonaerense, el proceso de agriculturización es más reciente y la expansión de la soja mucho menor que en las otras regiones. Los factores climáticos limitan la expansión de este cultivo por lo que no es dable esperar a corto plazo un proceso semejante al del centro norte de la región pampeana y en el norte del país.
En resumen, la sojización en la Argentina es una realidad, y ante la posibilidad concreta de que continúe el proceso de intensificación y expansión de la agricultura para alcanzar según distintas estimaciones los 100 millones de toneladas en la próxima década, de no tomarse medidas concretas para frenarlo, las consecuencias para el medio natural (degradación del recurso suelo) y para la sociedad (emigración rural y aumento de los precios de la carne o la leche, entre otros) se volverán insostenibles.